miércoles, 28 de septiembre de 2011

LA COLA DEL TIFÓN


Llevaba un buen tiempo sin escribir, mil perdones, habrá sido una mezcla de pereza y falta de inspiración. Pero esta noche los elementos de la naturaleza se han conjurado para darme un tema con el que hacer una buena crónica. La verdad es que me he dado un buen susto, aunque es algo que nos puede ocurrir sin salir de casa, sin necesidad de viajar a lugares remotos.

Ya sabéis que estamos en temporada de monzones, ya queda menos para que acaben, y durante los últimos meses han sido pocos los días en los que no ha llovido. Normalmente son chaparrones intensos pero de poca duración, sobre todo a última hora de la tarde y producto del calor y la humedad, a veces hasta se agradecen. También se suelen registrar inundaciones, más que previsibles y esperadas, que no dan lugar a grandes catástrofes salvo para los pobres agricultores, que son quienes las sufren en mayor medida.

Pero lo de esta noche ha sido muy fuerte, por lo visto nos ha tocado la cola de un tifón que se ha cebado especialmente con Vietnam y Filipinas. Comenzó a llover a medianoche con especial virulencia y no ha parado hasta bien entrada la mañana. El río Pai se desbordó con inusitada rapidez anegando todas las zonas cercanas a sus riberas, y entre ellas la casita que tengo alquilada, la que veis en la primera foto, bonita, ¿verdad?

Me desperté varias veces durante la noche debido al estruendoso ruido que producía la lluvia cayendo sobre mi casa, pero dentro de mi somnolencia no le dí mucha importancia, me daba la vuelta y seguía durmiendo como un tronco. Pero a eso de las cuatro de la mañana escuché el sonido de unas cuantas sirenas. ¡Ostras!, salí al porche y después de sacudirme las legañas me dí cuenta que estaba viviendo en una isla, totalmente rodeado de agua.


Por suerte, el agua no había llegado (todavía) a la planta principal de la casa, ya que al igual que otras muchas viviendas de esta parte del mundo está construída sobre unos pilares por encima del suelo con el fin de evitar humedad, bichos, etc. Pero tenía claro que había que hacer algo, no me podía quedar parado sin más, esperando lo peor. En condiciones normales tengo la ribera del río a unos treinta metros de distancia, pero ya veis en la foto cómo está ahora mismo.

Con una calma sorprendente (la vida me ha enseñado que en situaciones de emergencia actuamos con mayor tranquilidad de la que creemos) eché mano de la mochila pequeña y la llené con lo imprescindible, pasaporte, dinero, tarjetas de crédito, ordenador, cámara de fotos e ipod. El resto era totalmente secundario y fácilmente reemplazable.

Sujeté la mochila sobre mi cabeza con las dos manos, me puse una linterna en la boca, bajé del porche y observé que el agua me sobrepasaba la cintura. El río bajaba a toda leche pero afortunadamente a la altura de mi casa no era más que una especie de lago. El problema es que no veía nada ni podía encontrar el camino. Lo único que tenía claro es que debería ir en dirección opuesta al cauce del río.

Así lo hice, y después de caerme mil veces y pegarme otros mil arañazos con ramas y demás, la profundidad del agua comenzó a bajar gradualmente hasta que llegué a un camino que daba a la carretera principal. Allí vi un todoterreno de los de Protección Civil o algo así y me llevaron hasta la biblioteca pública, uno de los lugares que habían habilitado para atender a quienes habíamos tenido que abandonar nuestro dulce hogar.


Una vez en la biblioteca me dieron ropa limpia (la mía estaba completamente mojada y llena de barro), comida, café y hasta me curaron y desinfectaron alguno de los arañazos que me había hecho. Un diez para esta gente, no estoy seguro que las autoridades españolas hubieran actuado con tanta diligencia y organización en una situación así.

Bueno, ahora mismo parece que las aguas están volviendo a su cauce (nunca mejor dicho) y hasta es más que probable que pueda volver a dormir a mi chalecito. En caso contrario puedo quedarme en la biblioteca o ir a alguna casa de las muchas que me han ofrecido los encantadores habitantes de Pai. Pero la verdad es que tengo curiosidad por ver si el agua ha llegado a la planta principal y se ha llevado el resto de mis cosas, aunque parece que no es así.

Pensaba salir de Pai mañana mismo para ir a otra zona de la provincia de Mae Hong Son, pero finalmente me quedaré unos días más. Se han organizado brigadas de voluntarios para limpiar caminos y parcelas de barro, árboles caídos, etc. y me he apuntado, así que mañana me toca coger una motosierra y empezar a cortar ramas para despejar accesos y normalizar las comunicaciones. Es lo menos que puedo hacer después de cómo me ha tratado siempre Pai y su maravillosa gente.