miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL JUEGO DEL TAKRAW


Cualquier occidental que vea la esfera de ratán que aparece en la imagen de arriba estará pensando en algún objeto ornamental, algo que habrá visto muchas veces en tiendas de decoración o en su propio hogar absorviendo polvo encima de una mesa o alguna balda.

Alguna mente avispada pensó lo mismo hace años y decidió destinar a ese fin este objeto, vendiéndolo por un precio diez veces mayor de lo que realmente cuesta. Pero en el sudeste asiático el significado de esta bola no tiene ninguna connotación decorativa, es la pelota con la que se juega al takraw, uno de los deportes más populares de esta parte del mundo.

Sus reglas son sencillas y similares a las del volleyball, dos equipos, una red por medio, tres toques y consigue el punto quien pasa la pelota al otro lado de la red tocando el suelo de la cancha contraria. La diferencia estriba en que mientras en el volleyball sólo se puede jugar con las manos en el takraw vale cualquier parte del cuerpo excepto los brazos, y ésto le otorga una belleza visual mucho más espectacular.

A los asiáticos les encanta cualquier deporte donde haya una red por medio, contínuamente echan por televisión partidos de volleyball, badminton o ping pong, pero mientras estos deportes han sido importados el takraw es parte de su cultura, un juego autóctono por el que sienten verdadera devoción. En los últimos años hasta se ha profesionalizado, se juega en canchas de suelo sintético y hasta se fabrican bolas de fibra. También está presente en los juegos olímpicos asiáticos (los Asian Games) y se está exportando a algunos países occidentales donde se han ido creando varias federaciones.

Pero el takraw que a mí me gusta es el callejero, el que se practica en cualquier pueblito de Tailandia en canchas improvisadas al caer la tarde cuando no hace tanto calor. Es un placer ver el ambientazo que rodea a este deporte, la concentración de contrincantes y público, la forma física y elasticidad de los jugadores, quienes levantan las piernas de un modo inimaginable y adoptan posturas más propias del yoga, parece increíble.

En muchas ocasiones me he quedado embobado viendo algún partido de takraw, y a veces me han invitado a tomar parte. Les gusta eso de tener a un farang en su équipo y siempre he aceptado. Pero mi participación se ciñe a dar algun toque sutil con el pie o la cabeza intentando dejar la pelota en bandeja para que otro compañero la machaque. Cada vez que he intentado levantar la pierna como ellos sólo he conseguido darme la costalada padre provocando las carcajadas del público y del resto de los jugadores.

Los que visitéis el sudeste asiático no dudéis en probar el takraw, es un ejercicio sano e incluso podéis comprar una pelota, cuestan cuatro perras y podéis pasar un buen rato practicando en el jardincito del hotel o en la playa. Siempre se acercará algún chaval del pueblo a jugar con vosotros y os enseñará encantado unos cuantos trucos.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

HONG KONG DE ABAJO A ARRIBA

Dejé Tailandia a finales de Octubre cuando las lluvias habían cesado, aunque el agua acumulada en ríos y llanuras iba llegando lenta pero inexoráblemente hacia Bangkok. A día de hoy el centro de la capital sigue a salvo pero los distritos del norte están totalmente inundados.

Pero no fueron las inundaciones las que me echaron de Tailandia, sino el maldito visado de tres meses que llegaba a su fin. Andaba deshojando la margarita pensando en mi siguiente destino, ¿Indonesia?, ¿Filipinas?, cuando se me ocurrió de repente hacer una escapada a Hong Kong, un lugar que en principio no entraba en mis planes.

En Koh Chang había conocido a Ralph, un alemán que vive allí y decidí visitarle. Me había contado maravillas de esta city y encontré un vuelo muy barato, así que no lo pensé más. Sólo estuve una semana, pero menuda semana, todavía no la he acabado de digerir. Hong Kong es simplemente fantástico y mientras preparo alguna cosilla más que contaros os adelanto unas imágenes del Manhattan asiático, una ciudad no apta para los propensos a la tortícolis.