domingo, 30 de mayo de 2010

PRISON BREAK


Una de las pequeñas incomodidades de la India son los exhaustivos interrogatorios a los que te ves sometido practicamente a diario por completos desconocidos. Aparte del listado de las típicas preguntas sobre tu procedencia, tu edad, tu estado civil, tu trabajo, la duración de tu viaje o si es la primera vez que visitas el país, el tema suele derivar en cuestiones algo delicadas que se adentran en el terreno personal y en tu intimidad. La diferencia cultural hace que preguntas que a nosotros nos chocan bastante a ellos les parezca algo de lo más normal.

La mayoría de las veces suelen ser chavales jóvenes o familias que te paran en plena calle sin otro ánimo que satisfacer su curiosidad sobre cómo vivimos esos locos blancos que venimos desde tan lejos con una mochila a la espalda. Normalmente lo hacen de una forma inocente, hasta infantil, sin ninguna maldad ni segundas intenciones, y a veces resulta divertido ver el gesto de sorpresa en sus rostros cuando les dices que en Europa no somos hinduístas o que en nuestras ciudades no andan las vacas por la calle.

Además, siempre te puedes escabullir facilmente o en un momento dado contestar lo que te de la gana ante cualquier cuestión un poco incómoda. Una de las ventajas de viajar por el mundo es que vives en el anonimato, dejas atrás tu vida real y nadie es capaz de imaginar quién eres o a qué te dedicas.

Pero aparte de estos inocentes cuestionarios alguna vez te encuentras con el típico listillo o avispado que siempre te entra con una doble intención, la de hacerse una idea de tu situación económica y ver si te puede sacar algo o engatusar de alguna forma. A estos últimos les distingues a kilometros y lo mejor es mandarles al carajo rapidamente o contarles la primera trola que te pase por la cabeza. Lo malo es cuando los tienes de vecinos en un transporte público, no tienes escapatoria y no te queda otro remedio que aguantarles.

Un caso curioso me ocurrió en Kerala, viajando en tren desde Kannur hacia Ernakulam. Era un tren diurno, iba en segunda clase y aunque había bastante sitio libre entró un pesado en una parada que desde que le vi supe que se iba a sentar junto a mí. Efectivamente así fue y en cuanto abrió la boca enseguida me di cuenta que era uno de esos listillos. Señalando al resto de pasajeros, gente humilde, campesinos en su mayoría, empezó a hablar.

-"Mira esta gente, la mayoría de mis compatriotas son unos paletos sin educación. Yo hablo inglés y tengo dinero. Estos zapatos me costaron tanto, los pantalones tanto y esta chaqueta no sé cuánto, la compré en Bangalore"-.

Estábamos a unos treinta y cinco grados y el tío vestía una americana de pana azul eléctrico, podéis imaginar las pintas que llevaba.

-"Sí, la verdad es que vistes muy bien, te pareces a Georgie Dan"-, le dije.
-"¿Georgie Dan?"-.
-"Sí, Georgie Dan es un famoso cantante europeo, un tío muy elegante"-.
-"Ah, qué bien, luego lo buscaré en Google"-, dijo con aires de moderno.

El tío cada vez que hablaba me daba golpecitos en el brazo o en la pierna, yo empezaba a estar harto y estuve a punto de soltarle aquello que decían Faemino y Cansado en un sketch: "Se puede hablar sin tocaaaaar...". De repente me preguntó cuánto costaba mi reloj y yo le respondí que no me acordaba, error, si no sabes el precio de algo que para ellos es un artículo de lujo es que tienes mucho dinero.
Siguió preguntando cuánto costaban mis gafas de sol, mi cámara de fotos, en qué trabajaba, etc. Ante mis escuetas respuestas dedujo que como no trabajaba y llevaba tanto tiempo viajando debía ser millonario y acabó por preguntarme descarada y literalmente a ver cuánto dinero tenía en mi cuenta corriente. Esa fue la gota que colmó el vaso y le tuve que cortar radicalmente.

-"Oye, me estás empezando a incomodar, en mi cultura no se habla de esas cosas, ¿sabes?, y menos con un desconocido, no es de buena educación"-.
-"Pero ahora estás en la India y como soy un desconocido me lo puedes decir, ¿qué más da?"-.
-"Pues no te pienso contestar, y como no cambies de tema se acabó la conversación"-.

Otro error, le di pie a que siguiera dándome el coñazo. Entonces me preguntó si estaba casado y automaticamente le respondí que no. Aggg, gran error. Hace años aprendí que en Asia es mejor decir que estás casado, con hijos y lo que haga falta, a menos que tengas confianza con tu interlocutor. En estos países seguir soltero a partir de cierta edad resulta sospechoso y a veces da lugar a malas interpretaciones. Simplemente es algo que no les cabe en la cabeza.

Así que el pesado tomó carrerilla pasando del matrimonio al sexo y preguntándome con los ojos abiertos como platos si al menos me acostaba con chicas, con cuántas chicas de media al año, si eran siempre diferentes, si algunas repetían, si cómo se iba a casar una chica después de haberse acostado con otros hombres, si era verdad que en Europa te podías ir a la cama con una mujer que apenas conocías, etc., etc.

En mitad del ataque y sin responder a ninguna de sus cuestiones me inventé una buena historia y le lancé un contragolpe mortal, se iba a cagar ese tipejo. Esta vez fui yo quien sujete su brazo y le dije en un tono de confianza:

-"Mira amigo, voy a ser sincero contigo y te voy a contar la verdad, he pasado venticinco años en la cárcel, salí el año pasado y comencé a viajar para coger aire, ordenar mis ideas y decidir qué iba a hacer con mi vida. No he tenido tiempo de buscar esposa y comprenderás que no es fácil encontrar una mujer que quiera casarse con un tipo como yo"-.

El tío se soltó de mi brazo a toda leche y empezó a balbucear,

-"¿Ven...ven...venticinco años?, ¿qué hiciste?"-.
-"Bueno, un poco de todo, robos a mano armada, tráfico de drogas... pero la mayor condena me cayó por asesinato"-.
-"¿Ase...asesinato?"-.
-"Sí, en un viaje en tren por mi país maté a un tío que no paraba de molestarme"-.

No sé si cazó la indirecta o se creyó de cabo a rabo todo lo que le dije, yo creo que más bien fue lo segundo porque el caso es que no volvió a abrir la boca en todo el trayecto y se le veía especialmente nervioso, como si estuviera sentado frente a Anibal Lechter. Cada vez que me movía el tío se sobresaltaba y cuando nuestras miradas se cruzaban no tardaba ni una décima de segundo en desviar la vista hacia otro lado.

Y yo me sentí realmente bien en mi papel de "El Vaquilla", por fin pude seguir disfrutando del paisaje a través de la ventanilla sin que me molestara. Le había vencido al difícil juego de las preguntas y las respuestas. Oscar 1 - Indio Plasta 0.

miércoles, 26 de mayo de 2010

INCREDIBLE INDIA


"Incredible India" es el slogan utilizado por el ministerio de turismo indio para atraer visitantes y aunque no sea muy original es bastante acertado. Entre todos los adjetivos con los que se puede describir al país siempre aparecerá la palabra increíble. Después de casi cinco meses y medio recorriendo lo increíble y exprimiendo mi visado de turista hasta el final abandoné ayer la India y ahora mismo escribo desde Colombo, la capital de Sri Lanka.

Pero las crónicas indias no acabarán aquí y os seguire dando el coñazo sobre cantidad de sitios que no puedo pasar por alto y me gustaría que los conociérais un poquito a través de este blog. La vida plácida de Goa, la mágica Hampi, la peligrosa Gokarna (digo peligrosa porque allí acabé haciéndome indio del todo y poco me faltó para quedarme a vivir en ese pueblito) y la exuberante Kerala. Poco a poco irá cayendo alguna crónica de estos lugares.

En el mapa de arriba he dibujado una línea chapucera del recorrido que he hecho, y aunque le he metido un buen repaso al subcontinente estoy seguro de que volveré. India se me ha metido en el corazón pese a unos comienzos titubeantes y me gustaría conocer en otra ocasión las regiones del Himalaya (Cachemira, Himalchal Praddesh, Sikim y Darjeelin) y las paradisiacas Islas de Nicobar y Andaman.

India es sin duda un país de contrastes, para bien y para mal, el ying y el yang, y de todo ello aprendes alguna lección. Algunos amigos me habían advertido que los indios son capaces de sacar lo peor de tí, y así ha sido en alguna ocasión, pero os aseguro que también saben sacar lo mejor de uno mismo, de curarte en humildad, de ver la vida desde otra perspectiva y he tenido vivencias y sensaciones que no había experimentado nunca y no olvidaré mientras viva. Comprenderéis que no hable en público de alguna cosa que te llega muy adentro, eso queda en la esfera privada, pero cuando encuentre el momento adecuado ya os iré relatando alguna experiencia que me produjo un nudo en la garganta, me puso la carne de gallina y me hizo sentirme inmensamente feliz.

Y casi todos esos momentos tuvieron relación con la gente más pobre, aunque tendría que llamarles pobres unicamente desde el punto de vista material porque descubrí en muchos de ellos una calidad humana extraordinaria, algo que no había conocido hasta ese momento. No me extraña que gente como Vicente Ferrer y otros muchos anónimos rompieran con todas sus cadenas y se quedaran con esta gente porque ese uno de los peligros del país, se te puede dar vuelta la cabeza en un momento y encontrar un sentido a tu vida que hasta ese momento no podías imaginar.

He dejado la India siendo un ferviente seguidor de su música, de su cine, de sus costumbres, y poco a poco y a pesar de haber perdido unos cuantos kilos (me he quedado en el chasis) le estaba cogiendo el punto a su gastronomía. Y en Kerala hasta trabajé unos días para una película de Bollywood y un anuncio de la tele.

También hay cosas que te ponen de mala leche y como siempre tienen que ver con los jodidos políticos. Es incomprensible que en un país con tanta riqueza haya tantos millones de pobres, que tengan la bomba atómica y sin embargo no hayan erradicado la lepra, que sean los mayores productores de softwares y accesorios informáticos y todavía tengan un sistema burocrático desfasado donde todo se lleva a cabo con un tremendo papeleo y todo haya que apuntarlo en libros, que haya cuatrocientos cincuenta millones de teléfonos moviles mientras que sólo trescientos millones de personas tienen acceso a agua corriente y alcantarillado, que sigan existiendo rajás y maharajás y un sistema de castas propio de la Edad Media... y muchas, muchas más cosas que escapan a cualquier razonamiento lógico.

Y luego está la jodida religión. El hinduísmo quizás sea la religión más llamativa para verla desde fuera, sus fiestas, su arte, sus ceremonias, pero todo se basa en un cúmulo de estúpidas supersticiones que marcan el día a día de sus fieles, y que al final sigue contribuyendo a que los bhramines sigan vivendo como reyes y los intocables como esclavos, un verdadero sistema feudal en pleno siglo XXI.

Quizás ahora que escribo desde un magnífico restaurante en la relajada Sri Lanka me doy cuenta que ya llevaba demasiado tiempo en la India y veía con total normalidad cosas que ni mucho menos lo son. Desde ayer alucino con la limpieza, con la privacidad que te ofrece la gente y con que no se oiga un concierto de bocinazos interminable. Pero bueno, en líneas generales os aseguro que soy de los que se ha enamorado de la India. ¡Hasta siempre!, una parte de mi se ha hecho india y me gusta.

Me gustaría que la gente descubriera India por sí mismo, pero me atrevo a daros un consejo. Si viajáis a la India no lo hagáis por dos semanas como hacen muchos, será una pérdida de tiempo, sacaréis estupendas fotos pero no captaréis ni un uno por ciento de lo que es este país, vuestro alma seguirá detrás de esa cámara y no recibiréis nada a cambio, estaréis en una especie de permanente jet-lag anímico. A la India hay que dedicarle mucho tiempo, cuanto más mejor, y poco a poco comenzaréis a disfrutarla.

jueves, 20 de mayo de 2010

LOS LIBROS DEL VIAJERO


Un par de buenos libros es algo indispensable en la mochila de cualquier viajero. A diario surgen momentos propicios para enfrascarse en la lectura y esa especie de ensoñamiento con el que llevamos nuestro nomadeo despierta todos nuestros sentidos, nos hace más perceptivos y aumenta nuestra sensibilidad ante los placeres de la vida.

Tampoco debe faltar un cuaderno o una libreta donde ir apuntando direcciones, teléfonos, horarios de transporte público y cualquier dato o referencia que después quizás necesitemos. Y en sus páginas podemos tomar algunas notas de cualquier situación curiosa que veamos a nuestro alrededor en un momento determinado, y ésto en la India ocurre cada dos por tres. Más adelante podremos echar mano de esos apuntes para intentar dar forma a alguna historia.

También es conveniente llevar un par de mapas y una guía del país que estamos visitando. La de la India me la regalaron en Nepal los chicos de Cyclotherapy a cambio de unas cervezas, un pacto entre caballeros, y de paso aligeraron bastante el peso de las alforjas de sus bicicletas. Esta guía es un auténtico ladrillo, menos mal que la de Sri Lanka, mi próximo destino, es mucho más ligera.

Precisamente ese es el problema de los libros a la hora de ir de aquí para allá, ocupan bastante espacio y algunos pesan un huevo, así que una vez leídos hay que desembarazarse de ellos inmediatamente. Para ello recurrimos al intercambio con otros viajeros o los revendemos o cambiamos en las numerosas y humildes librerías que abundan en muchos lugares.

En estas librerías se da uno cuenta de lo poco que leemos los hispano hablantes, puedes pasar horas entre estanterías y montañas de libros interesantes escritos en todos los idiomas, mayoritariamente en inglés, pero cuando preguntas al librero por algo en spanish se le tuerce el gesto y dice: "Uffff, ¿spanish?, me parece que no tengo nada, mira por si acaso en aquella esquina bajo ese montón de libros cubiertos de polvo". Efectivamente, rara vez encuentras algo en español, y no me ha quedado más remedio que leer en inglés, algo que al principio me aterraba pero que le he cogido el gusto después ir devorando un libro tras otro con soltura tras ocho meses de tener el inglés en mi cabeza como lengua principal.

Al comienzo del viaje machaqué la bibliografía de Haruki Murakami. Ya me había enganchado a su obra en Lanzarote, pero para mi sorpresa descubrí unas cuantas novelas que todavía no se han editado en español. A veces es algo duro y hay que estar bien concentrado para leer sus libros y echar en ocasiones páginas para atrás para no perder el hilo, pero me encanta cómo escribe este tío, como mezcla fantasía y asuntos del subconsciente con la vida cotidiana del Japón actual. Cuando describe en pocas palabras cómo se prepara el desayuno me entra el hambre repentinamente, cuando hace alguna referencia a la música, siempre jazz o clásica, enseguida enchufo el i-pod, y cuando relata cómo va haciendo largos en la piscina de su barrio tengo que ir a pegarme un baño. Que un escritor consiga provocar esta reacción en el lector es algo muy grande.

Han caído también unos cuantos libros de viajes y aventuras de grandes clásicos americanos como Conrad, Stevenson y London, novelas magistrales que siguen tan frescas como cuando se escribieron. Y hablando de clásicos norteamericanos dí cuenta de dos libros que imperdonablemente no había leído hasta ahora: "Las uvas de la ira", de John Steinbeck, y "El guardián sobre el centeno", de J.D.Salinger. Estas dos obras deberían ser de lectura obligatoria en los colegios, y no las chapas que nos hacían tragar en mis tiempos.

Siguiendo con autores de literatura viajera aproveché para leer alguno de uno de mis preferidos en este género, Paul Theroux. Su medio de transporte preferido para viajar es el tren y leyendo "The great railway bazar" o "En el gallo de hierro" puedes recorrer Asia de punta a punta en su compañía. Con un estilo muy divertido y a veces algo cínico refleja fielmente el país por el que transita en todos sus aspectos.

En un lugar tan grande como la India también abundan muy buenos escritores y para profundizar mejor en la cultura del país nada mejor que leer alguno de sus libros. He leído algo de Tarun Chopra, de Anita Nair y de Arundhati Roy, conocida en España por su "El dios de las pequeñas cosas". La verdad es que no me entusiasmó demasiado, pero casi toda la acción de desarrolla en los Backwaters de Kerala, una comarca maravillosa que recorrí hace unas semanas a la par que iba leyendo la novela.

Y de novela negra voy leyendo todo lo que cae en mis manos del sueco Henning Mankell. Sus novelas protagonizadas por el inspector Wallander tienen tanto ritmo que te enganchan de principio a fin, más de una noche me ha tenido leyendo en la cama hasta las tantas pasando un capítulo y otro más. Menos mal que viajando no suena el despertador para ir a currar, je, je.

En cuestión de días los monzones del suroeste van a empezar a azotar el sur de India, el cielo se va llenando de nubes cargadas de agua y el calor y la humedad se van haciendo insoportables. Así que para refrescarme ahora mismo estoy leyendo "Annapurna", la crónica de la primera ascensión a un ocho mil, llevada a cabo por una expedición francesa liderada por Maurice Herzog. Si hoy en día es tarea de titanes coronar una cima así se te ponen los pelos de punta viendo en que condiciones ascendían en 1951. Además, este libro también me ofrece la oportunidad de evocar las fantásticas regiones del Himalaya nepalí que recorrí al comienzo de mi viaje.

Y como no todo iba a ser de color de rosa también me ha tocado leer algún bodrio. El premio se lo está llevando de momento un libro de Paulo Coelho que compré sólo porque lo encontré en español. No me gusta nada este tío, llena páginas y páginas de frases huecas, unas son tan evidentes que no hace falta ni redundar en ellas pero las suelta en un tomo solemne como si fueran verdades categóricas descubiertas por él mismo. Y otras veces mete ridículas metáforas que sólo entiende él, como "...el mar es bonito porque su superficie es plana...", ¿¿¿???. Además no me da muy buena espina, no me parece honesto, creo que detrás de esa figura angelical se esconde un falso guru o un telepredicador de esos que tanto abundan ahora. Esta es sólo mi humilde opinión y supongo que su legión de seguidores no la compartirá, pero para gustos los colores. Alguien dijo que los libros de autoayuda sólo sirven para que su autor se "autoayude" a hacerse rapidamente multimillonario. Sin duda éste es uno de esos casos.

En la foto de abajo podéis ver a Umesh, un encantador librero de Gokarna. Nunca fué a la escuela pero cuando aprendió a leer se le abrieron las puertas de un mundo maravilloso y pese a las iniciales reticencias de su familia decidió que quería poner en marcha una librería. Hace unos años lo consiguió y en un rincón de su pequeño local tiene un par de sillas junto al ventilador donde le encanta llevar a cabo tertulias literarias con sus visitantes. Más de una vez me pilló por banda, me invitaba a un té, un zumo o unas rodajas de papaya y pasábamos un buen rato hablando de libros, de lo divino y de lo humano. Si pasáis por Gokarna no dejéis de visitarle.

sábado, 15 de mayo de 2010

LAS CUEVAS DE ELLORA


A unos cuatrocientos kilometros de Bombay, en el interior del estado de Maharashtra, se emplazan estas treinta y cuatro cuevas a lo largo de un sendero de unos tres kilometros bajo los riscos de Chamadiri. Si comenzamos nuestra visita al sur del camino nos encontraremos en primer lugar con un grupo de doce cuevas budistas, las más antiguas. Le siguen otro grupo de diecisiete cuevas hinduístas y finalmente otras cinco cuevas jainistas, las más recientes.

En un espacio tan pequeño se ve claramente la influencia de diferentes religiones en la historia de este país, según la época y las creencias del momento. Están en mitad de la nada, y la ciudad más cercana se sitúa a unos treinta kilometros, Aurangabad, un lugar bastante cutre que sirve de campamento base para visitar la comarca. Pero su emplazamiento se debe a que antiguamente éste era un lugar de paso en la ruta de las caravanas que transitaban entre los puertos del Mar de Arabia o el Océano Indico y las prósperas ciudades del norte de la India.


Se encuentran en un estado de conservación casi perfecto después de haber aguantado durante siglos inundaciones, corrimientos de tierra, e incluso a las tropas del infame Aurangbed, quien durante la época musulmana ordenó destruir cualquier legado de otra religión que no fuera la suya.

Las cuevas budistas son básicamente monasterios que servían a los monjes para la meditación y el estudio, eran muchos los que llegaban hasta aquí para prepararse ante el creciente empuje del hinduísmo y todavía se pueden ver las estancias donde dormían, comían, estudiaban o almacenaban sus provisiones. Algunas constaban de hasta dos y tres pisos sustentados por columnas y arcadas, pero más que por su arquitectura, las cuevas budistas son admiradas por la profusión de esculturas que las adornan. Este grupo de cuevas fué constrído entre los siglos VI y VIII.


En el siglo VII comenzaron las obras del grupo de cuevas hindúes, cuando todavía seguían allí los budistas, pero la semejanza entre ambas religiones impidió cualquier tipo de rencilla. No obstante, algunas cuevas empezaron a ser excavadas por budistas, pero con el tiempo se fueron transformando hacia el hinduísmo. La mayoría están dedicadas a Shiva, el dios de la destrucción y la regeneración, pero también se pueden ver imágenes de Vishnu, Ganesha, Khrisna o Surya, el dios del sol. Las cuevas hindúes siguieron construyéndose hasta el siglo IX.

Y en este grupo se encuentra el templo de Kailash, una maravilla arquitectónica que hace que realmente valga la pena llegar hasta aquí. Se hizo de arriba a abajo, esculpiendo una gigantesca roca paso a paso, desde sus finas cúpulas hasta su base, algo realmente increíble si no lo ves con tus propios ojos, sobre todo debido a la enorme cantidad de esculturas, fligranas y recovecos. Incluso son visibles todavía parte de alguno de sus decorativos murales. Tardaron unos cien años en su construcción e intentaron imitar la cima del monte Kailash, la casa de Shiva y su consorte Parvati en la cordillera del Himalaya. Guardan la entrada dos enormes esculturas de las diosas Ganga y Yamuna y seguidamente se encuentra Lakshmi, la diosa de la salud. Arriba destaca Nandi, el toro, uno de los vehículos que utilizaba Shiva, y siguiendo sus numerosos pasillos y pasadizos vas descubriendo diferentes estancias, como la sala de los sacrificios.


Y finalmente llegamos al grupo más pequeño de cuevas, las jainistas, construídas entre los siglos IX y XI, después de la fase hindú. En cualquier templo jainista lo que más destaca es su ornamentación, y aquí no iban a ser menos. El jainismo es una religión muy parecida a la hindú, pero sólo practicada por el uno por ciento de la población, su rigurosidad hizo que muchos se fueran pasando al hinduísmo. Hoy en día la mayoría de los jainistas viven en el estado de Gujarat y su día a día se basa en la práctica del "ahimsa", la no violencia, y ésto se aplica a toda forma de vida, desde plantas y animales hasta microbios o bacterias. Los más radicales caminan barriendo el suelo antes de pisar cualquier insecto y algunos llevan mascarillas, no por la polución, sino para evitar tragar y matar cualquier bacteria. Si por ejemplo ofreces una manzana a un jainista sólo la comerá si ha caído del árbol de forma natural, si se ha arrancado de la rama se supone que ha sido asesinada y la rechazará.

Cuando pasé por las cuevas de Ellora apenas me crucé con otros occidentales, sólo con Ainara, una chica de Irún, y Sonia, su amiga colombiana, a las que curiosamente ya había visto en otras partes del país, nunca sabremos quien seguía a quien. El resto de visitantes eran hordas de turistas indios, los indios viajan muchísmo, sobre todo a lugares de peregrinación para mejorar su kharma, y en casi todo el país te encuentras con que los turistas blancos no superamos un diez por ciento del total. Unicamente en Goa, la Sodoma y Gomorra del país, ganamos por goleada. El turismo indio da ambientillo al lugar, pero a veces cansa un poco, decenas de chavales gritando por todas las esquinas, con la música de sus teléfonos móviles a toda pastilla, y lo peor de todo es que la mayoría pasa más tiempo contemplándote a tí que a las obras de arte. Muchos llegan de lugares de la India profunda, donde rara vez ven un blanco y se te quedan parados a centímetros de distancia observándote como si fueras un extraterrestre y pidiéndote permiso constantemente para sacarte fotos y posar con toda su familia.

lunes, 10 de mayo de 2010

OTRO CURIOSO CARTEL


Este letrero lo encontré en una calle de la parte vieja de Panjim, la capital del estado de Goa. No sé si en la imagen que aparece en el blog se verá bien, pero si hacéis click sobre ella y la agrandáis os sorprenderéis tanto como yo. Dice literalmente: "Centro Comercial de Drogas". Supongo que se refiere a lo que nosotros conocemos como droguería pero no deja de ser chocante, y más aquí.

El local tiene aspecto de llevar muchos años cerrado, quizás desde que Goa dejó de ser colonia portuguesa, pero tirando de imaginación puede que fuera un supermercado de drogas en toda regla. Me imagino a la gente entrando, cogiendo un carrito y haciendo su compra mensual. Al fondo a la izquierda el pasillo del canabish y sus derivados, después la sección de opiaceos, incluso uno voz que sale de los altavoces "din-don, din-don... Estimados clientes, recuerden que esta semana ofrecemos grandes descuentos en el departamento de plantas alucinógenas... din-don, din-don". Veríamos a una mujer hablando con su vecina... "¿te gustan esas anfetas?, yo prefiero comprar las marcas blancas, son más baratas y suben igual", y finalmente atravesaríamos las estanterías donde se apilan las drogas de diseño hasta llegar a las cajas, donde estarían estratégicamente colocadas las drogas legales: alcohol, tabaco y fármacos.

Y si os fijáis en la parte inferior derecha del cartel veréis que pone "prop. Sr.Correa". Pero bueno, ¿este tipejo no está en la cárcel a cuenta de una trama corrupta del PP?, ¿el caso Gurtel, o no sé qué?. Joder con esta gentuza, han extendido sus tentáculos hasta llegar a Asia.

Bueno, bormas aparte, ésto es una muestra de lo que te encuentras en Goa, herencia portuguesa por todas partes. No sólo los nombres de algunos pueblos o calles, también abundan iglesias católicas, eso sí, con aportación india, cruces con luces de neón y santos cubiertos con guirnaldas de caléndulas y barritas de incienso para pedir su protección. Los viejos siguen chapurreando portugués y los nombres de la gente son de traca: Gomes, Coutinho, Mascarenhas, Silva, Pinto, etc. Y algunas chicas se llaman Coraçon do Jesus, María do Buen Suçeso y hasta conocí a una Fatima do Espirito Santo (como la mala de "Airbag"), no pude evitar que se me escapara una carcajada cuando me enteré.

¡Ah!, se me olvidaba, también hay cantidad de Feijoo, ya sabes Pitu, algún marino portugués antepasado tuyo hizo estragos por aquí. Si te acercas a Goa te vas a sentir como en casa, tienes familia numerosa.

viernes, 7 de mayo de 2010

MUMBAI


Cuando los de Mecano escribieron aquello de "Hawaii, Bombay, es un paraíso..." supongo que no conocían esta ciudad, más bien buscaban algo que rimara con Hawaii. No tiene ninguna característica propia de algo que pueda asemejarse a un paraíso, pero de todas formas, y a pesar de que las grandes urbes suelen agobiarme, tengo que decir que esta ciudad me resultó fascinante en cierta forma. Desde luego es una ciudad que no dejará a nadie indiferente.

Quizás se deba al hecho de ser tan enorme. En Bombay todo es exagerado, todo es superlativo, venticinco millones de personas habitan esta metrópoli, se hablan los doscientos idiomas y dialectos de la India, y conviven todas las religiones, hinduístas, jainistas, sijs, animistas, budistas, zoroastrianos, musulmanes o cristianos.

Las diferencias sociales también son enormes, conviven la riqueza más exuberante del país con la más absoluta miseria de gente que día a día llega a la ciudad procedente de zonas rurales, sin nada en las manos, y en el mayor de los casos pasará a engrosar las filas de los diez millones de personas que viven en la calle o en los famosos slums, los barrios de chabolas de Bombay.

Y junto a todos estos parias también viven miles y miles de multimillonarios, si en algún lugar del país se ve concentración de dinero es aquí, hasta ese momento sólo había visto ese nivel de vida en los anuncios de la tele, me parecía una India irreal, pero en las calles de Bombay es más que palpable en forma de restaurantes de lujo, tiendas de grandes marcas, cochazos por todas las esquinas y una nueva sociedad de alto poder adquisitivo a la que le gusta vivir a todo tren de la manera más occidentalizada posible.

Pero por supuesto ambos mundos conviven estrechamente entrelazados y compenetrados, tradición y modernidad, lujo y miseria, amos y criados. Bombay es el motor del país y todo funciona como una máquina perfectamente sincronizada donde los ricos necesitan a los pobres y viceversa. Durante el día unos ofreceran oportunidades para ganar algunas rupias, otros servirán a éstos, otros recogerán las migajas de los unos y los otros y así seguirán tirando un día más millones de vendedores ambulantes, mendigos, leprosos, taxistas o coolies, personas que recorren las calles de la ciudad empujando arcaicos carros de madera donde amontonan cualquier cosa que pueda ser aprovechada, reciclada o vendida. Por la noche cada cual volverá a su mundo, los pobres a sus slums, esparcidos por toda la ciudad en cualquier superficie libre que poder ocupar, y los ricos a sus viviendas de más de un millón de dólares en los lujosos barrios de Colaba, Juhu Beach, Bandra, Marine Drive o Nariman Point, el Manhattan de Bombay.


La llegada a la metrópoli impresiona bastante. Pasé dos veces por Bombay, la primera llegué volando desde Udaipur y lo primero que vi antes de aterrizar fue un mar de chabolas, miles de techo de chapa reflejados con el sol hasta donde alcanzaba la vista, los dos aeropuertos se encuentran completamente rodeados de slums y por ello dicen que es el punto del país con mayor riesgo de enfermar de malaria. Tome un taxi hasta Colaba y enseguida me dí cuenta que el taxista no sólo no entendía ni papa de inglés, sino que tampoco conocía la ciudad. Al principio me cabreé con él, le dije que cómo coño podía estar currando de taxista en el aeropuerto sin saber moverse por la city pero el pobre hombre sólo decía "yes sir, yes sir". Supuse que sería uno de los tantos que acababa de llegar a Bombay procedente del campo. Al llegar a Colaba preguntaba a otros taxistas la dirección de mi hotel pero nadie le hacía caso, se reían de él o le mandaban a la mierda, me imagino que dirían "vaya, otro paleto más que viene a quitarnos nuestro trabajo". El pobre hombre sudaba la gota gorda y viendo que cada vez estaba más agobiado empecé a sentir lástima por él. Intenté tranquilizarle y saqué de la mochila la Lonely Planet mostrándole un plano cutre de la ciudad, pero claro, tampoco sabía interpretar un mapa y finalmente tuve que indicarle yo más o menos el camino. Al final de la carrera me daba tanta pena que hasta le dí propina, me agarró ambas manos y no me soltaba mientras repetía en su nefasto inglés "very thank you good sir, very thank you good sir".

La segunda vez que fui a Bombay llegué en tren procedente de Aurangabad, donde había ido unos días para visitar las cuevas de Ellora. Y esa vez pude contemplar algún slum bien de cerca, practicamente llegan a escasos metros de las vías. Y la impresión no fue tan negativa. Se veía un submundo bastante organizado, con sus callejuelas, sus comercios, sus mercados, su complejo sistema de cables con el que consiguen gratis la electricidad a través de gigantes transformadores de corriente, su rudimentaria pero ordenada canalización de aguas sucias. Pero sobre todo me impactó positivamente la gente, dentro de esa miseria se veía gente feliz, contenta de vivir su día a día, música por todas las esquinas, críos jugando, viejos viendo pasar la vida, gente lavando cuidadosamente su ropa o los cacharros de la cocina, y la belleza de las mujeres, me vuelven loco las indias y estoy comprobando que cuanto más pobres más bellas son, esa sensualidad en cada uno de sus movimientos, ese cabello negro y brillante perfectamente peinado y bañado en aceite de coco, siempre adornado con flores frescas de vivos colores a juego con sus saris. Las indias ricas también son guapas pero muchas parecen de porcelana, totalmente inexpresivas y atiborradas de agresivos productos cosméticos para blanquear su piel. Uno de cada tres anuncios de la televisión es de algún producto de éstos.

Más tarde me enteré a través de Suresh, un sociólogo que conocí en un restaurante de Colaba, que los slums de Bombay son un modelo de convivencia donde muchos de sus colegas de todo el mundo vienen a realizar diversos estudios. Me explicó que existen algunos slums donde sólo habitan leprosos, otros donde viven las viudas, pero normalmente en los grandes slums convive gente de diferentes religiones o lugares de procedencia y todos se ayudan unos a otros ante la más mínima necesidad, ayudan a construir las chabolas de los recién llegados y entre todos procuran organizar la educación de sus hijos o el acceso a medicinas entre otras cosas. Además la violencia es inexistente, cualquiera que rompa las normas de un slum será expulsado inmediatamente.


Suresh me aseguró que si me daba una vuelta por cualquier slum no iba a sufrir ningún peligro, la gente me recibiría con los brazos abiertos y se mostrarían orgullosos de enseñarme su forma de vida. Pero en vez de visitar slums aproveché para occidentalizarme un poco. Llevaba ya cuatro meses y pico sin ver una ciudad así y empleé los días en comer bien, pasear por las arboladas avenidas de Colaba con sus preciosos edificios de fachadas de estilo londinense, recorrí de arriba a abajo el Crawford Market, el paseo de la playa de Chowpatti, el de la Gateway, y hasta rompí con mis principios anti franquicias americanas entrando en un Mac Donald's para pedir un menú Big Mac y en un Starbuck's a tomar un caffe latte mientras me aprovechaba de su wifi.

Lo que me resultó algo incomodo fue la paranoia antiterrorista que se respira por toda la ciudad. Recordareis que hace algo más de un año llegó un comando islamista en un pequeño barco procedente de Pakistán. Iban armados hasta los dientes con el objetivo de cargarse a todo el que se encontraran a su paso hasta caer ellos mismos y durante todo un día sembraron el pánico en pleno centro de Bombay. Desde entonces los controles policiales se han acentuado hasta la exageración y para entrar en cualquier lugar a veces te ves sometido a pasar por un detector de metales, sufrir un riguroso cacheo o un minucioso registro de tu mochila. No tengo muchas fotos de Bombay, prefería salir a la calle con las manos vacías para evitar ese tipo de situaciones tan engorrosas.

Otra pega es que la vida en Bombay es mucho más cara que en cualquier otro lugar del país y a la hora de buscar un hotel merece la pena gastarte algo más de lo normal ya que los hoteles baratos suelen ser antros de mala muerte llenos de chinches, me tocó sufrirlos la primera noche y nada más amanecer me cambié de hotel a toda leche, fuí a uno que tenía hasta bañera, era la primera bañera que veía desde que comencé mi viaje y no dudé en llenarla de espuma y meterme dentro hasta que salí arrugado.