viernes, 19 de marzo de 2010
JAISALMER, "THE GOLDEN CITY"
Para llegar a Jaisalmer desde Pushkar utilicé un medio de transporte inédito para mí, aunque ya los había visto por aquí y por otros lugares de Asia. Se trata del "Super Luxury Sleeper Bus Coach" y a pesar de que suene tan bien y de que te garanticen que es un autobús nocturno donde vas a poder dormir a pierna suelta durante todo el trayecto no creo que vuelva a repetir. Se trata de un bus con literas, bueno, nichos diría yo, donde vas encajonado sin poder moverte, pegado al techo, y sin ningún sistema de seguridad, al menos ya estás metido en un féretro en caso de acidente.
Atravesamos de noche el desierto y como las ventanas no cerraban bien entraba un frío horroroso, en ese momento entendí porque los rajastanís siempre llevan una manta a cuestas. Y cuando conseguías conciliar el sueño, el chofer tocaba su serenata por el claxon, ya sabéis, como esos horteras por cuyas bocinas salen canciones tipo "La Cucaracha" pero mucho más exagerado, al estilo indio. Cuando llegamos a nuestro destino le pregunté sarcásticamente al conductor si lo de la bocina era simplemente para joder al personal ya que no se veía mucho tráfico por aquella carretera, pero me contestó todo serio que era por los camellos, de noche cantidad de camellos andan cruzando constantemente de un lado a otro. No seguí la conversación porque me estaba meando, no aguantaba más, tenía esa terrible sensación desde hacía dos horas que se acrecentaba minuto a minuto con cada bache y su correspondiente bote.
Bajé de la guagua, me quite de encima a todos los buitres que ofrecían alojamiento y me puse a mear en la primera pared que ví.... ahhhhhhh, qué alivio, una de las ventajas de que por aquí sean algo guarros es que puedes orinar en mitad de la calle y nadie se va a asustar o te va a llamar la atención. Bueno, ya había llegado a Jaisalmer, la ciudad dorada, la joya del Rajastán en mi opinión. Desde allí abajo se veía inmensa su preciosa muralla, me puse la mochila a la espalda y me dirigí caminando al interior del fuerte.
Jaisalmer es una pequeña ciudad cuya parte antigua se alza en una colina en mitad del desierto del Thar rodeada de una magnífica muralla que adquiere unos preciosos tonos dorados durante el amanecer y la puesta de sol, de ahí el sobrenombre de "La Ciudad Dorada". Se encuentra al oeste del estado de Rajastán, muy cerquita de la frontera de Pakistán, y durante muchos siglos fué un enclave importantísimo dentro de las rutas de caravanas asiáticas, por aquí pasaba toda la seda, las especias o el opio que iba camino de Asia Central y Europa.
Cuando las mercancías se empezaron a mover por vía marítima surgió Bombay dejando a Jaisalmer en el olvido hasta no hace demasiados años, cuando los turistas empezaron a llegar hasta aquí atraídos por el desierto y una forma de vida bastante similar a la que llevaban hace siglos. Pronto empezaron a establecerse hoteles, agencias de safaris en camello o tiendas de artesanía rajastaní o cachmir.
Y como casi toda la India, en Jaisalmer también se vivieron duros años de guerras y asedios, ya sea disputas entre rajás y maharajás, con los mandamases de Delhi o con intentos de invasión de la ciudad por parte de mongoles, musulmanes y demás. En una ocasión el fuerte sufrió un asedio de siete años seguidos sin que los invasores pudieran tomarlo, los hombres luchaban hasta la extenuación y las mujeres arrojaban agua o aceite hirviendo desde lo alto de la muralla y a veces se inmolaban lanzándose como posesas contra el enemigo. Finalmente, se estableció una alianza a través de un matrimonio rajastaní-moghol, hoy en día el islamismo está muy establecido en Jaisalmer como se puede comprobar en su arquitectura y en la profusión de mezquitas.
Debajo de las murallas se encuentra el bazar, o la parte nueva de la ciudad, pero lejos del agobio de otros bazares indios por el de Jaisalmer se puede pasear tranquilamente, yendo de una callejuela a otra o paseando por mercados callejeros donde venden sus mercancías gente venida de las pequeñas aldeas del desierto. Es raro ver extranjeros fuera del fuerte y la gente es realmente amable, no sabes quien está más sorpendido, tú al ver lo que pasa delante de tus ojos o la gente del desierto al ver un occidental por esos andurriales.
Pero para alojarme escogí el fuerte y encontré a muy buen precio una preciosa habitación en un haveli, esos palacios musulmanes resturados y reconvertidos en hotelitos. Tenía a mi disposición un pequeño balcón justo encima de la muralla, desde donde tenía una vistas espectaculares de la ciudad nueva y el desierto, las puestas de sol desde mi habitación se convirtieron en una deliciosa rutina que se puso de moda y cada día había más candidatos que me pedían permiso para pasar a mi balcón, algunos traían unas cervezas, otros unos dulces o algo de picar. Cuando el sol se ponía sonaban desde los minaretes de las mezquitas la llamada al rezo, pero para el estómago de los infieles era nuestra llamada a la cena.
Por las noches hacía un frío que pelaba, era el mes de Enero, y donde mejor se estaba era en algún restaurante que tuviera una hoguera. Por suerte en Jaisalmer se podía tomar alcohol y comer carne y encontré dos o tres restaurantes buenísimos. Digamos que hasta ese momento mi dieta alimenticia en la India había sido bastante pobre, pero en Jaisalmer me puse las botas y recuperé parte de los kilos perdidos.
El mayor negocio en Jaisalmer y al que recurren más turistas consiste en una especie de safari en camello donde pasas una par de noches en el desierto, pero hay que tener mucho cuidado en lo que se reserva. Hablé con algunos que lo habían probado y no se mostraban muy contentos. Como suele pasar en estas cosas hay una gran diferencia entre lo que te prometen y las fotos que te enseñan y lo que realmente te ofrecen.
La mayoría había pasado unos días duros en el desierto, deseando que pasaran las horas, con un guía que apenas hablaba inglés y les quería sacar pasta por todo, con una comida malísima, a veces hasta en mal estado, jaimas, mantas y alfombras sucias y llenas de pulgas, un frío horroroso por las noches, camellos achacosos y vagos, y encima habían tenido que pagar un verdadero pastón por lo que creían que iba ser algo así como las mil y una noches.
Como ya me imaginaba ésto, yo preferí alquilar una moto durante unos días y recorrer los alrededores a mi aire, sin duda la mejor elección, me pasaba todo el día perdido por desérticas pistas, viendo pequeñas aldeas o asentamientos, sintiendo la fuerza de desierto, y por la noche volvía a dormir al calorcito de mi haveli. Sólo un día pase la noche fuera, en Kuri, un sitio lleno de dunas donde las caravanas de turistas acudían a ver la puesta de sol en el desierto, y me equivoqué, esa pequeña aldea había sido ya tan maleada por el turismo de masas que con cada lugareño que me cruzaba su único tema de conversación era pedirme diez rupias.
Lo único que no me gustó de Jaisalmer es que al estar tan cerca de Pakistán, el eterno enemigo de la India, la presencia militar es bastante visible. Por el bazar se ven muchos soldados comprando sus cosas, así como bastantes controles de carretera, auqnque cuando iba en moto no tuve problemas, sólo me pararon para indicarme que no fuera demasiado hacia el oeste. Lo peor es la base aerea cercana, durante todo el día los cazas indios rompen con gran estruendo la barrera del sonido y eso estropea un poco la magia del lugar.
Otro problema grave es que el fuerte se esta desmoronando debido a las filtraciones del agua entre sus paredes. Hoy en día viven unas dos mil personas dentro, la mayoría son brahmines, la casta superior, los que tienen comercios, restaurantes u hoteles. Viven en preciosos havelis con ventanas y puertas llenas de filigranas y aunque el gobierno está pensando el desalojar el fuerte y que sus habitantes vayan a vivir a la parte nueva, la del bazar, los brahmines no están dispuestos a abandonarlo.
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1 comentario:
Welcome my friend!!!
Como siempre, un placer leerte...ke bien estas por ahi...
Musutxus gigantes Pitu&Mele
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