Regresando una tarde a la tranquila ciudad laosiana de Pakse después de unas horas conociendo los alrededores a lomos de una bicicleta, decidí parar a tomar algo en una de las muchas cervecerías que jalonan la ribera del río Mekong. Digo cervecería porque en el cartel de la entrada ponía bien claro beer garden, pero nada más cruzar la puerta percibí una extraña sensación, había algo en su atmósfera que no tenía nada que ver con esas cervecerías que conocemos a las que acuden familias y cuadrillas de amigos los fines de semana para ponerse morados de pollo asado y ensalada.
El local estaba vacío, un enorme chiringuito de madera y hoja de palma abarrotado de mesas y sillas vacías. Me daba igual, tomaría una cerveza bien fresquita y listo. Colgaban del techo unas cuantas bolas discotequeras, de esas con un montón de espejitos. Al fondo destacaba un gran escenario con una maquina de karaoke por suerte apagada. En la pared tres posters tamaño XXL, uno de Rambo, otro de Messi, y en el centro el de Manny Pacquiao, un boxeador filipino que levanta pasiones en Asia. Todo ese conjunto desprendía cierto aire bíblico, la máquina de karaoke era el altar, y los tres posters el padre, el hijo y el espíritu santo.
Por no haber casi no había ni personal, un hombre en una mesa contando un montón de billetes sin levantar la vista del fajo y un camarero semidormido que al cabo de un buen rato bostezó, se estiró y se animó a atenderme. Hago un inciso para comentar que Laos es el país durmiente por excelencia, yo creo que fueron ellos quienes inventaron la siesta y no nosotros. Tras un esfuerzo el camarero comprendió que quería una cerveza.
Pero el tipo desapareció de la escena, quizás se quedó dormido otra vez, y me trajo la cerveza una chica bastante llamativa para lo que son las costumbres laosianas de una pequeña ciudad. Me preguntó si quería que abriera la botella, le contesté que claro, no me la iba a llevar de recuerdo, comenzó a reírse, ji, ji, ji, y se sentó a mi lado. Yo me preguntaba qué narices querría la chica, quizás sólo intentaba pracicar su inglés con un falang. Pero cuando deslizó su mano sigilosamente por debajo de la mesa y la depositó en mi entrepierna enseguida comprendí que sí, quería practicar inglés... y francés y griego también.
-"Hey, hey, hey, pero...¡qué haces!, quita, quita, vaich, vaich."
-"Ok, now drinking Beerlao, later bum-bum", (término utilizado en todo el sudeste asiático para referirse al acto sexual).
-"No, no, no, te equivocas, no bum-bum, only Beerlao."
-"Ohhhhh, no bum-bum?, ok, suk-suk?", (término utilizado en todo el sudeste asiático para referirse a una felación en toda regla).
-"No guapa, ni bum-bum ni suk-suk, y para ya con las manitas, ponlas encima de la mesa donde yo pueda verlas."
-"Ohhhhh, why not bum-bum?, me no beautiful?"
-"Yes, yes, you very beautiful, pero ese no es el tema, además no puedo, estoy casado". Tuve que mentir por enésima durante este viaje respecto a mi estado civil.
-"Ok, no problem, your wife in America, me here, bum-bum with me". La tía debía pensar que todos los blancos somos americanos.
-"No, no, my wife not in America, she is here with me, y me está esperando así que I'm going now."
-"Wait, wait, I like you very much, you nice gentleman, special price for you, happy hour..."
La dejé con la palabra en la boca, tomé la cerveza de tres tragos y salí por piernas de allí. ¡Qué mujer más pesada, qué manera de insistir!. Al llegar al hotel comenté el episodio con algunos empleados y se meaban de risa, me explicaron que efectivamente muchos de los beer garden en realidad son tapaderas que funcionan todo el día como burdeles. En Thailandia o Camboya distingues a kilometros estas zonas y están perfectamente delimitadas, pero en Laos al no estar permitido "en teoría" el ejercicio de la prostitución los locales dedicados al tema tienen que disfrazarse de inocentes cervecerías y cosas así. Al menos, en vez de beer garden podrían llamarse bum-bum & suk-suk garden, para no confundir al personal digo.